domingo, 10 de mayo de 2009

Y ENTONCES LLEGÓ...


Nada más que un apunte. Yo nací en Santiago de Compostela, aunque fuese circunstancialmente, también me licencié allí, después de 5 años inolvidables. De camino a la facultad podía pasar por el Obradoiro y la Catedral (por cierto gratis), en uno de esos paseos que de tan cercanos que sientes no acabas de disfrutar, en la distancia me planteo lo afortunado que fui de tener tal entorno al alcance de mis pies cada día del año, ¡y con lluvia! Y pensar que no más de 5 o 6 veces entré en la Catedral en ese tiempo... Hace ya muchos años que el catolicismo y yo decidimos que nuestra relación no tenía sentido, con el paso de los años incluso me he convertido en un irreverente sin escrúpulos cuando hablo de todo aquello que tenga que ver con la religión. Sin embargo, como cualquier persona, no puedo dejar de estremecerme cada vez que veo la solemnidad de la Catedral, el silencio frío de las piedras, el recibimiento sobrecogedor del Pórtico de la Gloria...

Este Sábado he estado por segunda vez en la Mezquita de Córdoba, en cierto modo produce el mismo tipo de sensación que el paso por la Catedral de Santiago. La luz tenue, las columnas que forman espacios abiertos y a la vez cerrados, la sensación de que que el silencio de las hileras te habla calmadamente. Es fácil sentirse en sosiego y a la vez insignificante en un lugar así, invita tanto a la calma y a la reflexión como a la melancolía. Y en medio de tal solemnidad la Catedral...

En mi paseo por el Obradoiro imagino las enormes columnas de granito y veo en el centro de la nave central, por donde amenaza el botafumeiro, una sucesión de columnas andalusíes, un Mihrab adornado con letras árabes (éste sí mirando a la Meca)... y me pregunto quién sería el animal que plantó tal horterada en mi Catedral.

Esa es la sensación que tuve al visitar la Mezquita de Córdoba, un lugar sobrecogedor, hermoso, sosegante y enigmático, al que el fulgor cristiano católico peninsular robó parte de su magia "metiendo con calzador" una horterada salvaje (que se ofenda quien quiera y que argumenten una y mil veces los valores artísticos de tal renacimiento). El broche de oro de tamaña estupidez es una inscripción en una de las paredes de la catedral en la que se recuerda el nombre de unos religiosos españoles que murieron entre 1936 y 1939 por causa de la persecución religiosa de dicho periodo. Con todo respeto para esas personas y sus familiares, la inscripción está a la altura de esa catedral en la Mezquita.


No hay comentarios: