Di dos pasos, esta tarde,
y perdí el sentido.
¿Cómo llegaste a verme
desde el coche?
yo no iba contigo,
fuiste la espía en la noche
tras de mí
como una loba herida.
En cada paso sentía tu aliento
y sin mirar atrás te veía
agarrándome las entrañas,
no me dejabas marchar calle abajo
sin tenerme entre tus garras.
Y al segundo paso después del primero,
no recuerdo el momento,
me estrellé contra el suelo,
llegaste detrás del impulso
encima de mí, frente a mí.
No recordaba haber visto tu cara
en ningún espejo,
pero tú me conocías
lo sentí en mi miedo.
Sofocaste mis suspiros
como si siempre hubieras sabido
contener mis lamentos,
en un simple gesto me besaste
quemándome el cuerpo.
Nadie se paseó a nuestro lado
en las diez horas siguientes,
aun tengo clavado en mi cuello
desde entonces tus colmillos.
Marcado ese día como un lirio
cuando bebiste mi sangre
en la noche.
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