Enfilaba la vereda nuestros pasos
sobre un mar de nubes bajas,
entre encinas y peñascos
los dos gimiendo las palabras.
Entre saltos y cabriolas repuntaban
en lo alto de nuestras cumbres
vuelos de abejas soñadas
dejando un rastro de azufre.
Del simpático compás los elementos
de nuestra materia recubiertos
brotaron en caudalosa fuente
de aquellas ramas acechantes.
Segando la hoja inherte
el vuelo de un buitre amargo
llevó consigo las cenizas
de aquel fuego envenenado