lunes, 2 de enero de 2012

CANTANDO HIMNOS

Vaya por delante que considero que cada individuo, en pleno ejercicio de su libertad, tiene el derecho de comportase como un completo gilipollas, siempre y cuando no atente mi libertad y acepte las posibles consideraciones de los que evitamos tales desmanes. Pero aun otorgando ese derecho considero que un individuo gilipollas es, en esencia, peligroso. Así comienzo puesto que considero que los peligros que tiene todo fanatismo comienzan con la suma de las gilipolleces de un grupo de individuos. Gilipolleces basadas en la ignorancia, en la ausencia de reflexión y en individuos de escaso nivel intelectual, es decir, burros y asnos con todas las letras.
A fuerza de leer libros sobre el nazismo, en busca de las respuestas pertinentes a las preguntas elementales que cualquier persona se plantea al indagar en el tema, creo que resumidas todas en la genérica ¿cómo pudo ser posible?, uno se da cuenta que el nazismo, además de haber sido un producto alemán, en cuanto a que toda Alemania fue culpable del mismo, es un producto universal, en cuanto a pauta de comportamiento que podemos observar en cualquier sociedad ante los fanatismos.
Reconozco que mentar el mal absoluto en el mismo texto que otros fanatismos tiene su punto de injusticia, pero considerando el extremo al que puede llegar el hombre, creo que es pertinente tenerlo presente para abordar otros fanatismos actuales con rigor y sin medias tintas, advirtiendo al personal que somos una raza capaz de todo y que hay que andar con tino ante las soflamas de cualquier individuo o grupo iluminado, por muy gilipollas que nos parezcan.
Desfiles místicos; cobardía y silencio; soplones de alcantarilla; miradas opacas; sumisión ante leyes, órdenes y normativas; ignorancia de la realidad; aceptación de la propaganda como verdad absoluta; la presión de los semejantes; eso y otros muchos aspectos en Alemania fueron el germen del mal. El servilismo absoluto a prohombres e ideas sin querer reflexionar sobre los rostros de tales y sobre las posibles consecuencias de las mismas. Padres de familia, obreros de astilleros frente a pelotones de fusilamiento, amas de casa extasiadas ante la figura del líder… No es interés del texto enumerar ni todas las causas ni todos los actos de aquel periodo, pero sí ejemplificar alguno de los elementos que convierten a una sociedad en un magma de ignorancia ciega, de servilismo que permite que tales individuos consumen su Apocalipsis.
De todos esos aspectos podemos extraer alguna generalización en el comportamiento humano que podemos aplicar en otras sociedades, en otros tiempos sin que pierdan un punto de vigencia. Me refiero a la elevación de un hombre a la categoría de tipo, de ejemplo de la raza, de la nación o de la comunidad; la asunción de sus valores como los propios y eternos de sus conciudadanos; la visión de la patria como una madre a la que hay que proteger de un enemigo terrible, siempre cercano y vecino y que las más de las veces no ha causado daño alguno; la señalización de los antihéroes como enemigos de la patria o de la idea, como elementos que por no compartir los valores del tipo, no tienen derecho a pertenecer a la comunidad, en el extremo no tienen derecho a la vida; la consideración de la verdadera raza//nación que ha permanecido oculta por las más increíbles y crueles confabulaciones; la lucha desinteresada de los prohombres y sus seguidores por alcanzar el honorable destino que les corresponde; y el que más perplejo me deja, creer que uno mismo ha nacido para defender los valores universales de la raza//patria//nación, que esa es su misión y que lejos de cuestionárselo hay que aplaudirle tan grande sacrificio.
Pero comenzaba hablando de gilipollas que haciendo grupo con otros gilipollas se convierten en un conjunto la mar de peligroso. Vamos con ellos, con el caso que traigo entre manos y que es gran ejemplo de la gilipollez humana. Y yo también estaba allí. Eran mis tiempos universitarios, mi último año, recién aprobada la LOU por el gobierno Aznar (pronunciar su nombre aun hoy causa sonrojo), con la sucesión de huelgas, encierros y manifestaciones de toda la comunidad universitaria española, también la compostelana y también yo. No había leído el texto de la ley, como no lo había hecho el 95% de los 30000 universitarios que marchamos en la convocatoria más multitudinaria de aquella “lucha”, y, sin embargo, allí estábamos desfilando en procesión, pues era lo que se suponía que teníamos que hacer, era nuestro momento, del mismo modo que lo tuvieron nuestros padres, por fin teníamos algo nuestro con lo que combatir a la derecha. Pero nos faltaban argumentos y, por tanto razones, pero lo hicimos como una masa de borregos que balan soflamas tópicas y trilladas: defensa de la universidad pública, lucha contra las desigualdades, universidad universal y gratuita para todos… Probablemente la LOU atacase esos principios y otros muchos, pero ¿quién lo sabía?, ¿quién estaba informado? Pero allí estábamos, borregos todos, luchando por unos principios. Pero hay diversas clases de borregos, en aquellas procesiones nos acompañaban los que podríamos denominar como churras y merinas todo en uno, los más destacados luchadores, los jóvenes nacionalistas, tan cargados de razones como los que más, mucho más comprometidos y sin duda alguna mucho más ignorantes que el resto de universitarios. De ellos partieron las acciones bélicas más intensas y los comportamientos menos democráticos de aquellos días, incluido el señor Aznar. Cómo no mencionar aquel encierro de la Facultad de Filología que cuatro, y digo cuatro cuando sí, en verdad eran cuarenta, miembros destacados de los sindicatos CAF y otros que no recuerdo, lo decidieron en asamblea multitudinaria, cuarenta y cuatro participantes. Aquellas asambleas, paradigma de la estupidez y eternas hasta el aburrimiento, consiguieron perpetuar en primer lugar el encierro y posteriormente la huelga indefinida los meses de noviembre y diciembre de aquel año. El personal aborregado que íbamos a las manifestaciones empezábamos a estar hasta los mismos de aquel procedimiento, y no sin un berrinche padre de los que perdieron la votación, conseguimos volver a las clases y plantear otra clase de lucha, que tampoco llegó a nada, puesto que no se puso en marcha. En definitiva, la idea nos mantuvo en liza desconociendo la idea. Pero nos dejamos llevar por aquellos que nos quisieron manipular, sin preguntarnos verdaderamente el sentido de toda aquella revuelta y sin informarnos en ningún momento de contra lo que luchábamos. Parecería que todo esto no es motivo suficiente para hablar de gilipollas y del peligro latente que toda sociedad tiene de convertirse en nazi. Pero quizá con la guinda de lo dicho anteriormente se pueda percibir más claramente: aquellas manifestaciones terminaban en un buen número en la plaza Roja de Santiago, a una de ellas asistí también, y después de un buen recorrido por la ciudad allí estábamos congregados al final del camino, haciendo corro (la plaza es circular) escuchamos el manifiesto pertinente a cada manifestación, dio fin a su lectura una muchacha que no conocía pero que sin duda habría destacado en algo para encargarse de tan alto honor, y allí al unísono buena parte de los congregados levantó el puño y cantó el himno gallego con profundo sentimiento. Todo comentario sería redundante, habla por sí mismo el hecho. Fue tal el sonrojo que me produjo ver aquella manifestación de fervor patriótico que decidí no volver a una manifestación.
Borregos, gilipollas serviles sin capacidad de crítica ni de raciocinio, fácilmente manipulables por propaganda, siempre que se plantee un enemigo, y patriotas son comunes a toda sociedad y todo país. Los nazis llegaron al extremo en todo, pero en sus comienzos fueron iguales que todo fanatismo. Solo falta decidir que camino tomaremos nosotros, yo lo tengo claro, no me atrae ser un gilipollas.