lunes, 3 de octubre de 2011

domingo, 2 de octubre de 2011

CENIZAS VERDES Y ALMAS ROTAS

Es algún lugar de Austria, pleno Tirol, con sus Alpes, pueblecitos coquetos, la hierba fresca, verde reluciente, tenues nubes en las cumbres, abetos hermosos de postal y cuento de navidad. Algún lugar he dicho, pues este mismo puede ser toda Austria, de doloroso verde casi fluorescente con algunos rayos furtivos de sol.
Impresiona el pequeño país alpino en su desbordante naturalidad. Con el recuerdo cercano de su visita me pregunto desde cuándo Austria tiene esta apariencia, o mejor planteado, si sus habitantes y visitantes lo han percibido del mismo modo que yo, si su apariencia natural, más allá de las mejores o perores condiciones de vida de sus habitantes, ha sido verde, reluciente verde como es ahora, a lo largo de los tiempos.
Si así fuese cómo es posible que el abono de tan hermosos campos fuesen las cenizas de seres humanos. Cómo no cuestionarse qué pudo haber pasado en un país de cuento para que sus habitantes se abrazasen con entusiasmo y fervor al mal absoluto, al peor de los males desde que el hombre es hombre. Cómo poder comprender que a 100 km escasos de esta estampa el hombre construyese el lager de Mauthausen, y que sus habitantes fuesen las chispas de la muerte.
Quiero pensar que la belleza del paisaje es su forma de pedir perdón, que Austria era antes de los años 30 un país horrendo, de inhumana perspectiva; que cada campo tupido por la hierba es un homenaje al hombre y una humillación perpetua de rodillas; que cada hogar en madera construido es una morada del perdón eterno por las peores pesadillas; que cada abeto que cobija las nieblas del hombre es una celebración de la vida en honor de los desamparados; que cada granero es un lamento por los silencios mas fértiles. Si no fuese así, si Austria siempre fuese tal y como hoy la vemos, sus habitantes merecen el peor de los reproches, la repugnancia del mundo entero, el dedo acusador de la vida señalando al infame, pues cómo entender que de tal sitio hubiesen surgido las perores fieras que se han conocido, cómo perdonar que viviendo en este paraíso el hombre quisiese ser el buitre del hombre, el sepulturero de la vida. Esa es su única escapatoria, pues más allá de su belleza redentora no hay en todo el Tirol una sola muestra de arrepentiemiento, ni la más sencilla placa o fuente, plaza o calle que pida perdón por el crimen absoluto. Si la belleza es eterna y no un arrepentimiento, debemos asustarnos pues el mal todavía no ha muerto.

LA ETERNIDAD EN CINCO MINUTOS

He cantado esta mañana la canción de Víctor Jara Te recuerdo Amanda y esos infinitos cinco minutos que pueden serlo todo en la vida, eternos, que de algún modo se mantienen en el aire flotando para que podamos respirarlos cuando los necesitemos, cinco minutos que mantienen un cuerpo en pie, unos ojos abiertos y una caricia en el aire que susurra demasiados recuerdos.
Amanda ansía esos cinco minutos mientras espera por Manuel, agotando su tiempo en el recuerdo de una eternidad que empieza rutianariamente a los pies de una fábrica, más allá de los días de muerte cuando todo se desvanece en una mueca del destino, poderosa, que siega las muñecas en dos manantiales.
Pero Manuel es el deseo eterno de la felicidad reducida a cinco minutos, como una prudente muestra de humildad de quien sabe que no puede aspirar a más. Y la verdad, quién puede llegar a cinco minutos eternos al pie de una fábrica esperando a Manuel. Reducir el tiempo a cinco minutos se convierte en una quimera, en una aventura errante de quien no tiene tiempo más allá de su desesperación. En el continuo vagar errante de una vida a una fábrica donde la eternidad se encuentra con lo efímero de la existencia, Manuel es la única prueba de nuestra vida.
Transmite puro dolor la espera de Amanda y sus cinco minutos con Manuel en la fábrica, pero quién podría ser capaz de llenar su vida en cinco minutos al día de auténtica vocación, quiénes pueden lamentar su vida por la pérdida de cinco minutos al pie de una fábrica, quiénes han alcanzado al menos esos cinco minutos de eternidad.

miércoles, 25 de mayo de 2011

PRURITO DE LEY

Acaban de legislar el uso de cordones sintéticos en las zapatillas de deportes, cuando éstas son de entrenamiento para pronadores. Todavía no es titular de la pseudoprensa que tenemos en España, pero lo será, dentro de poco lo será... así como utilizar dentífrico de color azul, porque seguro que es nocivo o para el individuo o para la sociedad o para el ecosistema... también, sin duda alguna y con menor demora, será legislado el uso del lápiz en los institutos, pues el carboncillo mancha y los restos que deja la goma cuando se borra los meten los niños en las bocas y el resultado son unas posibles diarreas descomunales... tampoco podemos olvidarnos de la urgencia de someter a reglamento el sabor de los chicles, tan molestos, sobre todo los de fresa ácida, por ejemplo en los ascensores, como espacio reducido común de la sociedad y por tanto susceptible de ser protegido de nefastos olores que sin duda producirían algún síndrome extresante en los individuos...
En efecto absurdo todo esto, pero qué quieren que les diga, verosímil en el marco de legislaro absolutamente todo que ya tenemos en España. Piensen un poco, hoy en día no puedes fumarte un cigarro en un bar, está prohibido, y por lo tanto a la intemperie, con lo que es probable que pases frío o te mojes en invierno; en muchos lugares, Pontevedra, por ejemplo, está prohibido, so pena de sanción económica, tomarse una cerveza o copa en la calle, con lo que te achicharras en verano, joder si eres fumador y bebedor!!!!! debemos ir en mi ciudad a 30, no 35 ni 25 ni 48 (ante lo que estuvieron tentados) sino a 30, so pena de multaza económica; desde hace unos meses debemos ir a 110 bajo amenaza de sanción, y ahora el razonamiento: vaya manera de tocar las narices teniendo en cuenta que los cuentakilómetros de los coches van de 20 en 20 y, salvo algunas excepciones, que las habrá, no marcan 110, con lo que acertar es facilísimo, piénsenlo desde este punto de vista, cuando se podía ir a 120 el personal iba a 120 o 140 o 160, ¿conocen ustedes algún capullo que haya sido multado por ir a 13o, 150 o 170? seguro que no y la razón es simple, es más fácil para el conductor controlar la velocidad en base a los numeritos del cuentakilómetros, pues ahora a 110, si de verdad se trata de ahorrarnos una pasta en combustible ¿por qué no lo ponen en 100 y dejan de tocarnos las narices? ¿quién es capaz de ir a 110?. En otro ámbito, los alumnos en los institutos no pueden ir al baño en las horas de clase, no me digáis que no se habla de esto profes, que yo también soy tal, y entre hora y hora no se puede salir del aula, o eso se pretende, luego queda el recreo para echarse el pis de rigor que se suele echar cada 6 horas, pero resulta que en el recreo no te dejan ir al servicio que está en la segunda planta porque no se puede estar en los pasillos en el recreo, por tanto queda un servicio de la planta baja, con suerte, para 1000 alumnos, y después no queremos que los baños huelan a humo; no se queda ahí, un alumno de 17 años que cursa 2º de bachillerato no puede salir y entrar del centro cuando le place, cómo si eso fuese de locos, mal nos trataron a nosotros que podíamos desde los 14, cuando entrábamos en 1º de BUP, es que en verdad les puede pasar un coche por encima, y a ver después quién es el responsable (o el coche o el alumno, digo yo, vaya), sin embargo ese mismo nene o nena, que en esto si soy porculero, puede llegar borracho a casa el sábado a las 5 de la mañana, u más que diría el otro, como hicimos todos por otra parte...
Podríamos llegar con el absurdo hasta donde nos diese la gana, solo quería mostrar la anulación del individuo a la que estamos sometidos, con tanta paranoia legislativa sobre minucias que en verdad no suponen nada, que no respetan ni garantizan derechos, que no facilitan el día a día, que no tienen ninguna utilidad práctica o protegen derechos esenciales. Pero es así como nos tratan, una completa y absoluta negación de la persona, de su responsabilidad, de su capacidad de decisión, etc etc. ¿Cómo extrañarnos después que políticos cuanto más corruptos más votos reciben? Entre otras cuestiones que se me ocurren. Estamos anestesiados a base de normas ridículas mientras se nos cuelan los sapos más gordos. A seguir así españolitos.

sábado, 21 de mayo de 2011

DE PÁJAROS DE MAL AGÜERO


Una vez alguien me dijo que tenía muchos pájaros en la cabeza, bien dicho creo, todavía revolotean en mis ondulaciones; pero seamos francos, no eran y no son más que canarios, periquitos o ruiseñores, de esos pájaros cantarines y fanfarrones que toman sus miguitas pretenciosa pero alegremente. Me da por pensar que en el fondo soy un afortunado, puesto que en más de alguna azotea lo que revolotean son buitres campeadores, de esos que acechan la carroña, es decir que viven de la carroña, y ¿qué es la carroña sino cádaver? Cuántos buitres acechan los cadáveres putrefactos de las buenas gentes que no tienen más que huesos de moneda. Es muy español el buitre carroñero y, aunque en apariencia muy diverso, es fácilmente reconocible, en forma de banquero, de político empresario constructor corrupto, juez fascista o empresario misógino. Estos días la gente se retuerce bajo el vuelo del buitre carroñero, pero no acaba de comprender que mientras no se mate el perro no se acaba la rabia. Falta mala leche en este país, para que de una puñetera vez salten por los aires los que llevan dando la matraca desde hace más de 70 años. A estas mismas horas los buitres se retuercen de risa ante el sol de las campanas, saben perfectamente que nadie cortará sus alas.

viernes, 20 de mayo de 2011

EL MAL TAMBIÉN SIRVE MORTADELA

Ruiberto Peres era uno de esos grandes hijos de puta que no regaban las plantas del balcón, cuando a 3oº a la sombra hasta en las cisternas de los váteres se evaporaban las cascadas. Creía el malnacido que si sed pasasen las benditas pedirían agua, cómo si unos pétalos marchitos conociesen las palabras. Era de mente retorcida el tal Ruiberto, y sin embargo cuando estaba en su mostrador, despachando los chorizos, parecía un hermoso ruiseñor parloteando con la clientela. Alguna vez, de reojo, alguién observó que mientras trinchaba las pechugas de un pollo de corral, sus pupilas se dilataron y una leve sonrisilla en la comisura de sus labios pareció brotar. No está del todo claro el hecho, pero son rumores que escuchábamos a veces en las colas de la carnicería con el número de espera en la mano. Lo cierto es que el señor Péres es reacio a regar las plantas del balcón, y eso para todos es un hecho irrefutable.

lunes, 16 de mayo de 2011

FELIZ ALDEA

Recuerdo un día que llegué a casa de mis abuelos, en una aldea minúscula del interior de la provincia de Pontevedra, y como al acercarnos a la casa, en una pequeña "eira" que siempre ha servido de almacén a la interperie, había un gran montón de leña partida, el carballo preparándose para ser consumo humano. De siempre recuerdo esos montículos en mi aldea donde se secaba la leña, así como las buenas colecciones de plástico que estaban al quite de una posible lluvia, siempre latente en Galicia. Me gustaba ir a la aldea de pequeño, aun hoy con sentimientos diferentes, no dejo de maravillarme de ese pequeño paraíso que tengo tan cerca. Tendría unos 11 años y al ver el montículo los ojos se me pusieron como platos, como con todas las actividades de los campesinos, me sentía fascinado por esa vida, tan dura pero tan idealizada a los ojos de un niño. Recuerdo cuando pasaba el "angazo" (rastrillo) en los campos en los tiempos de la siega, o la recolección de las patatas o el maíz, y aun recuerdo el sabor del agua de una pequeña fuente que broataba en el mismo suelo en el campo donde comían las vacas. Así que cuando vi el montículo me alegré todavía más, había tarea. En efecto, cuando la leña estaba seca se trasladaba de la "eira" donde se secaba a un pequeño cobertizo donde se apilaba organizadamente. El transporte de la mercancía se realizaba con una carretilla, de esas de una rueda, se cargaba de leña y se llevaba 20 metros más abajo donde había que guardarla. Cómo me gustaba aquel paseo con la carretilla llena de maderos, y qué fuerte me sentía, llevaba incluso la cuenta de las veces que había hecho el trayecto, como prueba de gran hombría. Yo me encargaba del traslado, recuerdo que mi hermano me ayudaba a cargar la carretilla y que mi abuelo y mi madre la colocaban como correspondía, ni más ni menos que construyendo una rigurosa pared como si de ladrillos se tratase, que sostuviese toda la leña que caería detrás y que iría rellenando el espacio creado. La madera olía a madera virgen, había cucarachas, arañas (ante las que no era tan machote), se clavaban astillas en las manos, cuyas heriditas se lucían como cicatrices de un gran combate. Llevaba más carretillas y aquella fotaleza iba creciendo con el melodioso método de mi abuelo, ordenado, bello, reposado. Al terminar con el trabajo tocaba un buen trago de gasiosa, siempre recuerdo mi aldea llena de botellas de gasiosa, y de cerveza.
Hoy es mi cumpleaños y me he acordado de mi abuelo muerto hace ya 17 años, preso político que deambuló por las cárceles de Franco tres años y medio. Algún día escarbaré en los recuerdos de mi padre para conocer la historia de mi abuelo. El hombre que conocí era quien me llevaba con las vacas y con quien bebía en aquella fuente, con quien quemábamos y limpiábamos el cerdo, quien me dibujaba gallinas en las libretas, quien encendia el fuego. El hombre que conocí era un hombre bueno. El hombre que fue lo mató Franco.
No imaginas lo que te recuerdo, hoy muchísimo.

viernes, 13 de mayo de 2011

AMNESIA

Se me cayeron las ganas de estar despierto.

Esta noche pasada entre sudores de sábanas,

hablé a solas rompiendo los cristales

de botellas muertas.

ELOGIO DEL CORAZÓN HERIDO POR UN ERIZO

Es el simple paseo de un caminante vereda arriba, entre álamos centenarios floreciendo en una primavera tardía, el abeto que pierde boca arriba las piñas, su fruto como cerámicas chinas, el arroyo casi imperceptible entre los juncos y bajo las ruinas de un olvidado pueblo abandonado que ahora pisan estos pies. En frente el horizonte que serpentea entre riscos y peñascos, saltos casi intrépidos y rastros de gigantes. Unas nubes bajas de tan alto que ya estamos amenazan sombras que no lluvia y al fondo en el estanque las ranas croan su festividad orgiástica. Rumores de pisadas suaves, miedosas y casi ausentes siguen nuestros pasos. Es el erizo que come las lombrices descubiertas entre el fango de los zapatos. A dos metros casi imperceptible y sin tocarme, siento sus púas que se clavan en la carne. Después de un paso suben pantorrilla arriba arrastrándome al desastre y las lombrices ríen siguiendo el surco de sangre. Antes de saltar otra vez el arroyo siento una punzada en el ombligo, desatado, que libera mis entrañas, festín de lombrices entre las telarañas. El arroyo queda atrás a un lado de los pinos, procesiones de gusanos avanzan a compás. Y otra daga que atraviesa dedos, manos y brazos alojándose en el cuello como un parásito. Bajo el sombrío atardecer de hojas, nubes y pájaros percibo en este paso santo el hachazo de la última punzada, entre sístole y diástole de fría plata, la herida que supura amarga miera de vida, dulce muerte de color.