miércoles, 16 de junio de 2010

CONTINUACIÓN IV

El teléfono volvió a sonar, pero no era la tejana, una melodía de música caribeña atronó nuestros oídos, giré la cabeza, y allí estaba la jubilada con el pelo corto haciendo números para encontrar el teléfono en el bolso. Descolgó, pronto deduje que hablaba con su hermana. No pude averiguar el nombre de las dos, pero sí que se dirigía en el TALGO a Valdepeñas, pues su hijo había ganado tres medallas en un concurso de cata de vinos y estaban todos muy contentos, “voy a ver las medallas del niño”, nos espetó, diciendo claramente que no creía que ninguno de los allí presentes tuviésemos ninguna medalla, y menos tres. Reconozco que un buen rato estuve imaginando que tomaba un buen vino con un queso manchego, no en un bar de carretera. Pero la cobertura volvió a jugarnos una mala pasada, “¿me oyes?, ¿me oyes?, ¿estás ahí?”, se cortó, la pobre señora se quedó con las ganas de seguir pavoneándose con las medallas y nosotros supimos que habría cara b de aquella sinfonía.

No recuerdo muy bien la hora que era, ni cuanto tiempo había estado pendiente de los dos seriales, lo cierto es que llegamos a la estación de Manzanares, en uno de esos rituales que se producen con frecuencia en la vías españolas: el tren para, salen dos fumadoras histéricas con el pitillo en la boca y el mechero en posición de asalto, ningún viajero se queda en la parada, ninguno sube, a las dos caladas tiran el pitillo, se cierra la puerta y el TALGO reanuda la marcha. Al poco rato de abandonar Manzanares suena el teléfono, y esta vez sí descuelga la tejana, es Diego, pienso yo, aquello había quedado a medias, pero no. Resulta ser una mujer, cuyo nombre no es mencionado, madre de un niño, amigo de los hijos de Carmen, que acompañó a toda la comitiva el sábado en el Retiro madrileño. Entra en escena Umbertito, el hijo de la tejana, pues el angelito y el amigo decidieron perderse el sábado en Madrid. La madre del niño al que, por ahora, llamaremos B, telefonea para verificar que es cierta la historia que le contó su hijo y que la tejana tenía muy bien callada, “sí, se perdieron, nos dieron un buen susto, estaban inquietos y no obedecían nada, además es que Umbertito se porta muy mal, no me hace caso, estoy muy enfadada con él, pues en un momento bajé la guardia y me despisté, cuando me di cuenta no los tenía delante. Pero allí estaban los otros dos niños, les pregunté y no sabían que había pasado”. Aquí tuvo que haber un momento de ligera tensión telefónica, la tejana escuchaba sin decir nada, “ya, si les pasa algo a los niños yo me muero, lo pasé fatal, una vez que aparecieron respiré tranquila pero claro, es que no te puedes relajar un momento, fue fallo mío, pero un momento y ya no estaban. Finalmente resolvieron la situación, se encontraron con un policía y le comentaron la situación, en pocos minutos nos cruzamos con ellos y eso fue todo”, la palabra policía tuvo que hacer mella en la señora cuando B le contó en casa la situación, sin duda eso fue el detonante de la llamada, el niño acudiendo a la policía perdido en Madrid. Se relajó un poco el tema, implícitamente la señora debió de aceptar las disculpas, pero quiso regodearse un poco y entró con firmeza con Umbertito, “ya, está en una época fatal, no me hace caso, se porta mal en el cole. Está aquí oyendo todo, él sabe que se portó mal, pero hija, está en un momento que no atiende a razones, es que no hace caso de nada. Ayer hablamos pero tampoco quería asustarlo más, además sabe que se equivocó y que no puede perderse.” Bien, no pasó nada, pero tú me reconoces que fue culpa de tu nene, me reconforta oírte. Crueles somos, pensé en ese momento, y pobre Umbertito, me añadí. La conversación terminó.

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