Triste y melancólico, absorto
en pensamientos recuperados
aquella tarde en aquel pueblo.
Y la gente me vio pasar
bailando frente a la entrada
de aquel edificio urbano.
Les conté a las escaleras
que buscaba contigo
algunos placeres lejanos.
Y subí tan despacio
que sentí cada paso como un latido
de sangre en las entrañas.
Frente a tu puerta paré,
aquella noche lluviosa,
como un fantasma perdido.
Llamé casi tres veces
en esa puerta del diablo;
no sé si lo vi o lo soñé,
pero estaba seguro que tú
de mí te alejabas detrás
de aquel timbre que no sonaba.
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