sábado, 17 de noviembre de 2012

¿DARWIN? NO, NOÉ



Todo está inventado podemos decir. No hace demasiados años, si hablamos de tiempo bíblico claro, que un tal Darwin tuvo alguna relevancia en el campo de las ciencias naturales, por nada más que el descubrimiento de alguna especie allá en las Galápagos, o una simplona teoría de la evolución de las especies, fanático él. No mucho tiempo después empezaron a concederse los premios Nobel, tanto en el campo de las humanidades como en el de las ciencias, a personalidades destacadas en ambos campos. No es el único reconocimiento que hay en el campo de las ciencias, desconozco los posibles, por ser de letras. De lo que sí estoy seguro es que no existe el premio Noé al naturalista del año, o por lo menos de la década. Una injusticia soberana, veamos el porqué:

Noé era un hombre de 600 años (por aquellos tiempos la esperanza de vida era la hostia), con algunos hijos centenarios, cuando dios, en su inmensa sabiduría se fijó en él como modelo de buena conducta o, como diríamos hoy en día, de buena praxis, de entre sus coetáneos en vísperas del gran diluvio. Y ahora el quid de la cuestión. Noé fue capaz de construir en sus astilleros familiares con la inestimable ayuda de sus hijos una embarcación que contaba con las siguientes dimensiones: 150 metros de eslora, 25 metros de manga y 15 metros de puntal (no tengo conocimientos de ingeniería naval, pero me parece que un barco de 150 metros de eslora y 15 de puntal no debe tener mucha flotabilidad). Soberbio. Solo por eso debería aparecer ya en la antología de la ingeniería. Pero no se quedó ahí su proeza, puesto que tuvo que dar contenido a ese bote, con animales, todos los animales, de la creación. En tiempo récord tenía que juntar siete parejas de cada animal limpio (sic) y una pareja de los animales que no son limpios (sic). Y va el tío, y lo hace.

Es decir, todo descubrimiento animal posterior, y ahora recordamos otra vez a Darwin, es lo que podemos denominar pecata minuta ante la gesta de Noé, que además no se dedicaba al naturalismo, con lo que el mérito es mayor.

Por eso reclamamos que se haga justicia con el científico de más mérito de cuantos han existido e instauremos de aquí en adelante el premio Noé a las ciencias y las construcciones.

De su longevidad quizá hablemos en otro tiempo, puesto que tampoco es demasiado lo que vivió respecto a los más de 900 años de Matusalén. He dicho.

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